lunes, 4 de agosto de 2008

Sobre púrpura y periodismo

El protagonista de la escena se empapó de una poción compuesta por matices amarillentos, marrones y azules. Una especie de sol, tierra, mar y bronceado que se influyen mutuamente, uniendo calidez y frialdad al acercarse. Se trata de una fórmula que para el ojo humano resulta fluorescente. De esta forma, sale a flote irradiando un intenso púrpura, color derivado del violeta natural, tal como viene de fábrica. Sí, la misma que se expresa en la célebre flor.
Ese pigmento que remite indefectiblemente al film La rosa púrpura del Cairo, comandada en la dirección por un emblema del séptimo arte como Woody Allen y archiconocida por los cinéfilos, que la aplaudieron a vivas voces y sin reservas, convirtiéndola en un clásico norteamericano.
Pero, concretamente, ¿cuáles fueron las razones que lo impulsaron a ingerir la mezcolanza en cuestión? La primera carta arrojó que se debió a las virtudes de luxe que desprende: templanza, lucidez, imaginación, intuición y reflexión con aires pacatos. Sin olvidar que sobre sus espaldas posee una inclinación hacia el arte. La segunda ronda lanzó que el estímulo del muchacho estuvo signado por la profunda capacidad de pensamiento, creatividad e independencia que brinda, junto con una sutil sensibilidad y espiritualidad en armonía. De ahí su vínculo con la mística.
Hasta aquí, chapeau con sombreros, gorros y boinas. Aunque no es precisamente cualquier manifestación de admiración. En contraste, aparece teñida con la sagacidad propia de un diplomático que se desenvuelve en suntuosos pasillos. Aquel funcionario con aplomo, buen gusto, tacto y presencia que debe cumplir con determinados actos protocolares.
Tras un racconto de las propiedades del color, la labor de oficinista es absolutamente compatible y potable con la pintura, escogida por una importante empresa de cacao como su cara visible a la par de una res. Mal que pese, la tercer jugada de naipes reveló, de yapa, una inestimable colaboración. Esa carta que se escondía debajo de la manga: la de la melancolía y la introversión. Un cóctel que, en su máximo ardor, logra que las personas caminen para abajo, una escalinata en declive, infundiéndolas hacia el barranco de la depresión.
Por todo lo expuesto, conectado con el ámbito netamente profesional, el periodista deportivo modelo podría encolumnarse detrás de una figura con rigor informativo, nivel y sabiduría sobre la disciplina e idoneidad para decodificar y examinar hondamente el cúmulo de noticias que están en el candelero. Describiendo las problemáticas, causas, efectos y responsables, poniéndolos sobre el tapete. Por ejemplo, con la violencia que se desata en el deporte estrella, aquel que mantiene en vilo a toda una población: el fútbol.
Un comunicador con ímpetu agudo, punzante y preparado, que sepa cómo entretejer y desmenuzar las historias. Siempre bajo un discurso, sobrio, llano y que contenga el vocabulario específico, para que el mensaje sea lo más inteligible posible. Alguien que no se anota sólo en la voluntad, sino que se compromete, transformando la habilidad crítica y la autonomía en un apóstol.

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